Calcular nuestros años, para adquirir un corazón sensato (Salmo 90)

26.06.2014 16:58

En el mundo estamos de paso. Es lo que se nos olvida con frecuencia. Creemos que permaneceremos para siempre en el escenario de la vida. La Biblia dice: “No tenemos aquí una ciudad permanente”(Hb 13,14). Somos viajeros, peregrinos.  Caminantes. Muchas veces se nos olvida esta realidad, o, mejor dicho, no la queremos afrontar.  

El salmo 90 contiene sabias enseñanzas, para la vida cotidiana, pues nos invita a vivir nuestro hoy en la presencia de Dios.

SALMO 90 (89)


Señor, tú has sido nuestro refugio 
a lo largo de las generaciones. 
Antes que fueran engendradas las montañas, 
antes que nacieran la tierra y el mundo, 
desde siempre y para siempre, tú eres Dios. 
Tú haces que los hombres vuelvan al polvo, 
con sólo decirles: "Vuelvan, seres humanos". 
Porque mil años son ante tus ojos 
como el día de ayer, que ya pasó, 
como una vigilia de la noche. 
Tú los arrebatas, y son como un sueño, 
como la hierba que brota de mañana: 
por la mañana brota y florece, 
y por la tarde se seca y se marchita. 
¡Estamos consumidos por tu ira 
y consternados por tu indignación! 
Pusiste nuestras culpas delante de tus ojos, 
y nuestros secretos a la luz de tu mirada. 

Nuestros días transcurren 

bajo el peso de tu enojo, 
y nuestros años se acaban como un suspiro. 
Nuestra vida dura apenas setenta años, 
y ochenta, si tenemos más vigor: 
en su mayor parte son fatiga y miseria, 
porque pasan pronto, y nosotros nos vamos. 
¿Quién puede conocer la violencia de tu enojo 
y ver el fondo de tu indignación? 
Enséñanos a calcular nuestros años, 
para que nuestro corazón alcance la sabiduría. 
¡Vuélvete, Señor! ¿Hasta cuándo...? 
Ten compasión de tus servidores. 
Sácianos en seguida con tu amor, 
y cantaremos felices toda nuestra vida. 
Alégranos por los días en que nos afligiste, 
por los años en que soportamos la desgracia. 
Que tu obra se manifieste a tus servidores,
y que tu esplendor esté sobre tus hijos. 
Que descienda hasta nosotros 
la bondad del Señor; 
que el Señor, nuestro Dios, 
haga prosperar la obra de nuestras manos.

 

A nosotros, mil años nos parecen una cantidad exorbitante. El salmo 90, por el contrario, nos asegura que para Dios mil años son como un día, como una vigilia nocturna, que, según los antiguos, duraba la tercera parte de la noche. Este pensamiento lo recoge también san Pedro cuando escribe: “Para el Señor un día es como mil años, y mil años como un día” (2 Pedro 3, 8). El tiempo de Dios no depende de nuestros relojes. El mismo salmo nos compara a la hierba del campo que florece en la mañana, y en la tarde ya la han cortado.
Ante esta constatación de la brevedad y fragilidad de la vida, el salmista hace una petición a Dios: “Enséñanos a calcular nuestros años, para que adquiramos un corazón sensato” (v. 12). En vista de lo efímero de la existencia humana, el salmista opta por pedirle a Dios la sabiduría de saber vivir el hoy de cada día. De aprovechar el tiempo al máximo para cumplir la voluntad de Dios.

El salmo 90 nos recuerda nuestra fragilidad humana, pero también nos exhorta a poner la confianza en Dios, que es “eterno” y que, de generación en generación, ha sido fiel y nunca nos fallará.

También nos anima a vivir nuestro hoy con la mirada puesta en Dios para buscar siempre su voluntad, que es el camino que nos conviene. Esta es la sabiduría que se pide en el salmo 90, y que todos buscamos, día a día, de todo corazón. Es nuestro mejor anhelo que cuando vuelva el Señor, nos encuentre en vigilante espera con nuestras lámparas encendidas.

 

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