Giovanni Cazzaniga CFIC
01.11.2013 23:02
El padre Cazzaniga es el actual postulador de la Causa de Beatificación del Padre Monti y nos trae su visión sobre algunos hechos significativos de su vida y además hecha luz sobre algunos aspectos que nos pueden haber llamado la atención sobre el Fundador. Así como el testimonio de algunos Hermanos que tuvieron la dicha de poder conocerlo personalmente
Giovanni Cazzaniga CFIC
Padre por veneración
Parecería una contradicción dar el título de padre a un religioso no sacerdote cuando por tradición este título está atribuído al religioso sacerdote. Luis Monti fue llamado Padre por veneración en vida y también después de la muerte. El Padre Elías Airoldi cuenta : “En el día 8 (se entiende diciembre) solemnidad del Instituto, fueron leídas las constituciones por el Superior General Padre Luis María Monti”. Alguno caerá en la cuenta que el Superior que hasta este momento era llamado con el nombre de hermano ahora tiene el título de Padre. Si bien las reglas formadas por la prudente sabiduría, reclaman tal título para el Superior, el Superior no ha sido constituído ahora como Padre: El lo fue siempre.
Anunciador de la Palabra
Padre Monti era consciente que las tres dimensiones de la pastoral: el anuncio, la celebración de los sacramentos, la diaconía de la caridad se dirigían a una acción única. De su vida se deducen la presencia de estas dimensiones y de un modo particular había desarrollado el apostolado del anuncio y la diaconía de la caridad como creyente rico de los dones del sacerdocio común de los fieles para llevar a todos los sacramentos.
Cuando llegó a ser superior general se sintió verdadero animador de la misma. En el domingo instruía a la comunidad con conversaciones e instrucciones religiosas. Hacía leer en le refectorio la sagrada escritura y de ella extraía los motivos para los coloquios personales y para las exhortaciones a la comunidad. A propósito cuenta el P.Eugenio Arlatti: “Hacía su exhortación tomando las comparaciones de la Sagrada Escritura. Recuerdo que una circunstancia de éstas llegué a llorar de conmoción. Tenía facilidad de palabra y llegaba siempre a hacer buenas recomendaciones. Sabía unir argumentos del amor a Dios y argumentos de justicia. Su exhortación era al mismo tiempo conmovente y convincente; yo lo escuchaba con verdadero placer”.
Maestro de vida religiosa hospitalaria
P. Monti superior general no se olvidó de estar presente frente a los enfermos, continuó siendo enfermero. Se hacía presente en las salas y no sólo para estimular y confortar a los hermanos. Tomaba parte en la distribución de los alimentos momento siempre fatigoso de la asistencia. Estaba siempre activo sustituyendo en los turnos aunque sea de noche a los hermanos enfermos o fatigados y poniéndose a la par de los más jóvenes como guía.
Particularmente a las jóvenes vocaciones de la Lombardía quería transmitirles su espíritu de caridad verdadera alma de una profesionalidad humana completa. El Padre Luis transmitía a sus jóvenes religiosos con las nociones técnicas los principios y los valores que deben sostener la acción profesional. En efecto así lo atestigua el testimonio del hermano Eugenio Arlatti: “Siempre repetía que en el enfermo se debe considerar a la persona de Jesucristo; quería que el enfermo fuese servido con toda caridad; ganarse a los rebeldes con el buen trato, sin tomar demasiada confianza con ninguno, ni pedirle por ejemplo, noticias del pasado y conversaciones inútiles”.
La Comunidad como familia
La acogida de los huérfanos es realizada por Luis Monti sobre un principio basilar: es la comunidad religiosa que recibe a los “hijos huérfanos” así se constituía en una comunidad abierta para favorecer un crecimiento integral.
La comunidad trabajaba para mantenerlos. Decía el P. Monti: “Debemos trabajar nosotros para darles de comer a ellos” . Todos religiosos y huérfanos tenían el mismo alimento, distinto solo en la cantidad. P. Monti quería que la comunidad viviese una vida de fe en modo que los huérfanos aprendieran a vivir cristianamente.
Tres líneas fundamentales para la promoción integral: la visión de fe sobre el hombre, el compartir la vida familiar, la instrucción y el trabajo autónomo. Todo en función de una libre elección de vida, con la perspectiva de formación de una familia cristiana o de una vida de consagración o de ministerio sacerdotal.
En efecto de los huérfanos nacieron vocaciones religiosas para su congregación y sacerdotales para la Iglesia diocesana.
Una concepción toda ministerial del sacerdocio
El Padre Monti quería llevar a sus hermanos a los sacramentos. Sobretodo a la Eucaristía que es el Pan necesario para la diaconía de la caridad.
Es así que comprende y nace en él el ansia de conseguir para sus hijos la posibilidad que alguno fuese ordenado sacerdote.
Para Luis Monti la comunidad sin sacerdote “es como una casa sin techo”. El sacerdocio es el “cumplimiento” del carisma; sin él faltaría un elemento esencial al todo, de la misma manera que el alma hace una unidad con el cuerpo.
Conseguir el sacerdocio no ponía en juego sólo la autonomía de la congregación frente a los eventuales capellanes sino llevar a la plenitud la misión al servicio de los enfermos y en la educación de los niños huérfanos. Si para los enfermos y los huérfanos se debía tener en cuenta no sólo las necesidades inmediatas sino primariamente aquellas del Espíritu, el sacerdocio era indispensable para el Espíritu.
Teniendo en cuenta la organización, Padre Monti estructuró al Congregación como una familia. Religiosos hermanos y religiosos sacerdotes, comprometidos como educadores y maestros, enfermeros y médicos, técnicos y maestros de arte y oficios debían formar un sólo cuerpo, con iguales derechos y deberes, viviendo en el ejercicio de la misma regla, en el ejercicio de la caridad y en el desempeño de sus misiones específicas.