La enfermedad de Dios; Amor pleno
09.04.2014 16:26
Hace ya unas semanas atrás, en en uno de los primeros encuentros con algunos jóvenes, preparación para recibir el sacramento de la Confirmación, realicé una breve introducción y escribí en la pisarra una consigna, para que cada uno realizará en sus cuadernos.
La consigna escrita decía; "Dí al menos tres nombres de personas que estes seguro que te aman"
Luego dí el tiempo necesario para responder. La reacción de los jóvenes, fué en un primer momento, normal y comenzarón a responder. En un momento algunos de ellos me pidieron, salir del curso para realizar la consigna en las afueras del aula, en "otro lugar más comodo" y al mismo tiempo accediendo a su pedido, les dí más tiempo...
Fué interesante la reacción segunda. Interesante, buena; pero al mismo tiempo algo incómoda y me animo a decir dolorosa. Algunos jóvenes sólo lograban colocar un sólo nombre,otros con mucha facilidad ponian tres y hasta cuatro nombres, pero otros, con mucha dificultad, sólo llegaban a mirar, la consigna sin poder colocar al menos un nombre.
En un momento uno de ellos, le llamaremos virtualmete Martín; se me hacerco y me dijo en vos baja; "Hermano: ¿puédo hablar con usted, pero solos?". Martín me dijo, de modo nervioso y con los ojos llenos de tristeza que mostraban algunas lágrimas apenas contenidas. Dijo con una voz entre-cortada;" YO NO ESTOY SEGURO DE QUE ALGUIÉN ME AME, ME QUIERA". Luego me abrazó y lloró. Hablé un buen rato con él. Me contó algo de su vida, sus cosas y sus problemas. Finalmente el encuentro terminó con la lectura de un texto bíblico Juan 15,9: "En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: "Como el Padre me ha amado así os he amado yo; permaneced en mi amor."
Sobre ésto, quiero hablarles, bah, escribirles, sobre cómo nos ama éste Dios, en el cuál creo, creémos, como Iglesia y cómo Montianos. No sobre cómo terminé el encuentro, sino sobre aquello que hablamos en el encuentro, sobre cómo Dios ama a todos los seres humanos pero también a cada uno, de manera personal, como cada uno necesita ser amado. Purque creo que muchas veces nos cuesta darnos cuenta de cuanto nos ama Dios. O incluso podemos olvidarnos, de lo grande que es su amor, por la simple razón, de que pocas personas nos lo recuerdan. No quiero que tengamos "otros Martin", que no saben o se olvidarón de cuanto los amó Dios. Más a allá de las historias personales, más allá de nuestras faltas, nunca debemos olvidar que Dios no nos ama por lo que nosotros hacemos de bueno, sino por que Él es nuestro Padre bueno y lleno de ternura. Como Padre providente, siempre está al cuidado de tí y se interesa en cada aspecto de tu ser: Hasta de cada cabello... más que de los lirios del campo o las aves del cielo... hasta del más pequeño detalle.
Su amor es fiel y firme, siempre seguro y nunca falla, bajo ninguna circunstancia y por ningún motivo se apartara de tu lado. Lo encontramos en Is. 29, 15 “ ¿Puede una mujer olvidarse del niño que cría, o dejar de querer al hijo de sus entrañas? Pues bien, aunque alguna lo olvidase. ¡Yo nunca me olvidaré de tí!”, o en Is. 54, 10, “Los cerros podrán correrse y moverse las lomas, mas yo nunca retirare mi amor por tí...”
Es el centro de la Revelación, la esencia del Cristianismo. La razón nos puede quizá llevar al reconocimiento de Dios-Señor, de Dios-Juez. Jesús revela el corazón de Dios, Dios Padre, Dios Salvador, Dios amor, Dios que da la vida por sus hijos. Este es el centro de nuestra fe. Hemos visto el amor de Dios en Jesús. "Tanto amó Dios al mundo que le entregó su Hijo". En Jesús viéndole y entendiéndole, hemos comprendido a Dios y hemos comprendido lo que le importamos a Dios y nuestra propia importancia: somos los hijos. “Nadie puede alejarme del amor de Cristo”, sostuvo el Santo Padre Francisco , tomando las palabras de San Pablo, el pasado noviembre 2013.
Fue muy interesante y grato, ver en sus respuestas a Dios como el primer nombre o que lo nombren agradeciéndole por la bendición de tener a mas de 3 personas en sus vidas que los aman. La consigna fue: “que estés seguro”, a veces es difícil estar seguro de que una persona te ama en verdad, porque nunca podremos obligar o decidir que la otra persona me ame, estamos frente a un “otro”, el cual no nos pertenece y quien tiene la misma libertad que nosotros. Pero en medio de tantas inseguridades, podremos estar seguros de que Dios no Ama.
Como dice el Apóstol San Pablo: “En medio de todos nuestros problemas, estamos seguros de que Jesucristo, quien nos amó, nos dará la victoria total. Yo estoy seguro de que nada podrá separarnos del amor de Dios: ni la vida ni la muerte, ni los ángeles ni los espíritus, ni lo presente ni lo futuro, ni los poderes del cielo ni los del infierno, ni nada de lo creado por Dios. ¡Nada, absolutamente nada, podrá separarnos del amor que Dios nos ha mostrado por medio de nuestro Señor Jesucristo!” Rm 8, 37-39.
Nada podrá separarnos de su Amor porque el mismo nos lo ha mostrado a través de Jesucristo. Y es en Jesús, que nuestra vida cobrará sentido, y ese “sentido” sólo será el Amor. Sólo en dirección al amor podremos encontrar la felicidad plena. “Hay tres cosas que son permanentes: la confianza en Dios, la seguridad de que él cumplirá sus promesas, y el amor. De estas tres cosas, la más importante es el amor” 1 Co 13, 13.
La mayoría de las personas vivimos preguntándonos sobre qué es el Amor. Si primero nos dejáramos inundar por el Amor de Dios así podríamos amar a los demás y podríamos sentir el amor de ellos hacia nosotros. Todo seria mucho más fácil y no nos costaría hablar de amor, tener más seguridad de quienes nos aman, saber a quienes amamos, en definitiva… vivir en el amor. Sólo así comprenderíamos qué es el Amor, sólo visto desde Dios.
Quisiera terminar con las palabras de una gran Santa sobre este tema: “Comprendí que el amor encerraba en sí todas las vocaciones, que el amor lo era todo, que el amor abarcaba todos los tiempos y lugares... En una palabra, ¡que el amor es eterno...!” Santa Teresita
Redactado por Hno. Jorge Romero cfic (jorgrom@gmail.com)
con la colaboración especial de Julieta Artaza (e-mail; juuli_artaza@hotmail.com)
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«En el corazón de mi fe se encuentra la convicción de que somos los hijos e hijas amados de Dios. […] Porque yo sé quién soy. Sé quien soy. Porque antes de que el Espíritu me empujara para ser tentado, vino sobre mí y dijo: “Tú eres mi Hijo amado. Tú eres mi Hijo amado. En ti me complazco”. Esto es lo que vosotros sois. Esto es lo que yo soy. Jesús oyó esta voz: “Tú eres mi amado. En ti me complazco”. […] Queridos amigos, si hay algo que quiero que oigáis es que lo que se dice de Jesús se dice también de vosotros. Tienes que oír que eres la hija amada o el hijo amado de Dios. Y tienes que oírlo no solo con la cabeza, sino con las entrañas, tienes que oírlo de forma que toda tu vida cambie radicalmente. Dice la Escritura: “Con amor eterno te amé. Tu nombre está escrito en la palma de mi mano desde la eternidad. Te modelé en lo profundo de la tierra y te entretejí en el vientre de tu madre. Te amo. Te abrazo. Tú eres mío, yo soy tuyo y tú me perteneces”. Tienes que oírlo, porque si puedes oír esta voz que te habla desde el principio de los tiempos y por toda la eternidad, entonces tu vida se convertirá cada vez más en la vida del amado, porque esto es lo que eres».
(Henri Nouwen 1932-1996, homilía del 23 de agosto de 1992)