Testimonio de Teodolinda Monti
11.09.2013 14:27
Ama de casa de Bovisio, nacida en 1876, conoció a Padre Monti. Fue llamada a testimoniar en Milán, en 1942, durante el proceso de beatificación.
Así inicia su relato: “He conocido al Siervo de Dios Padre Luis Monti cuando tenía 10 años, en ocasión de una venida suya desde Roma a Bovisio: él tenía 61 años. Debo decir que el Siervo de Dios ha nacido en la casa en la cual yo vivía y por consiguiente soy una pariente lejana, porque mi abuelo era su primo hermano por el lado paterno. Cuando el Siervo de Dios y sus hermanos quedaron huérfanos, mi abuela les hizo de madre”.
Teodolinda da un bellísimo testimonio, describiendo el comportamiento de Padre Monti de visita en Bovisio: “Cada vez que él venía a Bovisio, antes de entretenerse con la gente del pueblo e ir de sus parientes, iba a hacer una visita a la Iglesia parroquial y luego pasaba por la casa del párroco”.
Describe luego su primer encuentro con Padre Monti: “Me ha causado gran impresión por el aire de santidad que emanaba de todo su comportamiento y sobre todo por la gran caridad que él demostraba en sus charlas. En seguida tuve la ocasión de verlo no sólo en Bovisio, sino también en Saronno. Aquí fui con mis padres para visitarlo, y me convencí cada vez más de su santidad”.
Refiriendo los testimonios de los abuelos, Teodolinda confirma cuanto ya conocemos: “La abuela decía de Padre Monti que desde que era niño él no era como los todos los otros, sino un muchacho verdaderamente excepcional por la gran bondad que demostraba. Y de jovencito se distinguía por la gran piedad y por su gran amor a la Palabra de Dios, que escuchaba ávidamente no solo en la Iglesia parroquial de Bovisio, sino también en los pueblos vecinos, a donde iba haciendo sacrificios y donde sabía que había alguna predicación especial”.
Reportando los tristes hechos del arresto, así sintetiza: “Hasta que fue párroco de Bovisio don Carlo Ciceri los jovencitos que se juntaban en casa del Siervo de Dios, y que eran llamados la Compañía de los Frailes, no tuvieron nunca ninguna molestia; pero cuando murió y lo sucedió un cierto don Juan Caldera, éste consideró aquella forma de apostolado como una especie de fanatismo”.
De la prisión en Desio, Teodolinda recuerda este particular: “He sabido por mi abuela que aquellos buenos jóvenes, encontrándose en prisión no hacían mas que orar y cantar las alabanzas a la Virgen, las letanías y otras pías canciones. Yo he encontrado en los libros entonces pertenecientes a la Compañía de los Frailes una cancioncita en dialecto milanés, de la cual recuerdo estas palabras: ´Per la religiun senm andà in presun, perché fasem el frà, ci hann ligà, del tant che serun content, ne parevam de ves in convent`[1]".
Al final, el último recuerdo de Padre Monti: “Cuando estaba gravemente enfermo, algunos días antes de su muerte, yo he ido a visitarlo en Saronno con mi madre y nos ha parecido ver verdaderamente a un santo que debía volar enseguida al Paraíso. Él, en efecto, nos dijo estas palabras: ´Me he verdaderamente fatigado mucho sobre esta tierra, ahora espero el Paraíso`.Y al funeral que tuvo lugar en Saronno, muchos de Bovisio Masciago, que habían conocido y admirado al Siervo de Dios, consideraron un deber participar, y entre estos estuvieron mi padre y mi hermana”.
El testimonio de Teodolinda se concluye con esta consideración: “Después de su muerte el concepto de santidad que ya tenían sus conocidos y compatriotas fue creciendo cada día, tanto que en Bovisio a su nombre fue dedicada una calle del pueblo y todos hacen votos de verlo colocado sobre los altares. Yo tengo mucha devoción hacia el Siervo de Dios y lo invoco en todas mis necesidades diciendo: ´Usted que me ha conocido, ¡interceda por mi ante el Señor!´. No solamente en Bovisio, sino también los de Saronno están persuadidos de su santidad”.
[1] La traducción aproximada en español sería: "Por la religión hemos ido a prisión, porque hacíamos de frailes, nos han atado, de tanto que estábamos contentos, nos parecía estar en el convento".